jueves, 4 de diciembre de 2008

ARTÍCULO ENCONTRADO POR NUESTRO GURÚ "César Requesens" sobre el subsuelo de Madrid


El subsuelo de la ciudad esconde secretos poco conocidos que también forman parte de una historia casi ignorada por los madrileños

Misterios y secretos ocultos que pueblan el Madrid subterráneo


MANUEL GOMEZ GARCIA


ESPECIAL PARA EL MUNDO

MADRID.- El descubrimiento en octubre del pasado año de numerosos cadáveres, muy probablemente procedentes del antiguo Cementerio General del Norte, en la confluencia de la Plaza del Conde de Valle de Suchil con la calle de Arapiles, anima a evocar los numerosos secretos que oculta hoy el Madrid subterráneo, más extenso y singular de lo que muchos imaginan.

Como es sabido, en Madrid hubo un alcázar árabe sobre el mismo solar que actualmente ocupa el Palacio Real, y a mediados del siglo IX la ciudad quedó establecida como alcazaba amurallada que resistía a los ataques de leoneses y castellanos. En esta época se sitúa el origen de las numerosas grutas que cabe encontrar bajo los inmuebles del actual Madrid de los Austrias, bien conocidas de los nocherniegos que transitan los bares y tascas que circundan la Plaza Mayor.

En 1968, el Ayuntamiento encargó al Instituto Eduardo Torroja la realización de un estudio, dado que no existía ningún plano en el que se analizaran los hundimientos antiguos y modernos, los viajes de agua, las conducciones y los distintos puntos de alcantarillado. «El suelo de Madrid -declararía el ingeniero-jefe del Instituto- está constituido fundamentalmente por arena y arcilla... Además tiene grava, gravilla, fangos y limos, presentes en las vaguadas y cauces antiguos, y rellenos procedentes de demoliciones y desmontes». El estudio estableció la gran permeabilidad del terreno, hueco en un 10% y definido por la enorme cantidad de agua que contiene y las grandes oquedades producidas por el arrastre de las corrientes.

GALERIAS Y LAGUNAS.- Los famosos viajes de agua, según testimonia Fernández de los Ríos en su «Guía de Madrid», eran «unas malas y sucias cañerías de plomo y barro», denominadas Amaniel, Abroñigal Alto, Reina, Teja, Alcubilla, Abroñigal Bajo, San Isidro, Salud, Berro y Montaña. Surtían tales viajes a fuentes como Castellana, plazas de Santa Cruz, Santa Ana y Antón Martín, Abroñigal Alto, Puerta del Sol, plaza de la Cebada y puertas de Moros y de Toledo, entre otros puntos de la ciudad. En los años cincuenta, con ocasión de unas obras realizadas en el último tramo del Paseo del Prado, se descubrió una galería de servicios, construida en 1771 reinando Carlos III, «para purificar la ciudad y recoger de la calle las aguas de lluvia».

Las plazas de Colón y de la Villa de París tuvieron en el siglo XVI sendas lagunas, en las que bogaba la barquichuela de la marquesa de las Nieves. Según Pérez Escrich, existía otra laguna en Amaniel, situada en el camino de los Pozos de la Nieve (glorieta de Bilbao) y los Cuatro Caminos, a lo largo de la -hoy- calle de Bravo Murillo. Y en la plaza de la Opera, aún en 1950, existía una plaza subterránea, sepultada a once metros de profundidad; una glorieta, según Emilio Carrere, «con varios tazones de piedra, que antaño debieron de ser fuentes; acaso Farinelli le cantó a la reina doña Bárbara alguna romanza confidencial sobre el fondo musical de estas fontanas, que ya están secas y mudas».

El trazado del Metro de Madrid, que dio sus primeros pasos en 1917, cuando tres futuristas -Mendoza, Otamendi y González Echarte- suscribieron la empresa, absorbió en gran medida estos retazos de historia o de leyenda, al crear su modernista red, que alcanzó más de 20 kilómetros hasta 1939. Sin embargo, contribuiría al perfil subterráneo de la ciudad con su propio acervo. Tal es el caso de la «estación fantasma», ubicada bajo la actual plaza de Chamberí y que aún puede ser entrevista, a velocidad de cercanías, por quienes recorren la línea 5 del ferrocarril.

Pocos conocen hoy otras peculiaridades del Madrid subterráneo, en que se unen la industria árabe con la ilustrada o la positivista. Así, al catalán Pablo Xarquíes se le debe la iniciativa de conservar la nieve en pozos para enfriar la aloja morisca (agua, miel y especias), las aguas (de anís, de hinojo, rosada, de romero, de azahar, de canela...) y la muy excelsa limonada estival. Construyó varios en las cercanías de la actual glorieta de Bilbao, estableciendo la Casa Arbitrio de la Nieve y Hielos del Reino, que suministraba a palacio y daría nombre al célebre camino de los Pozos de la Nieve.

CAMARA OCULTA.- De obras y pasadizos está bien surtida la ciudad. En 1985 apareció, bajo la antigua Puerta de la Vega, una cámara subterránea de tres metros de altura, nueve de largo y cinco de ancho, posiblemente construida a finales de la Edad Media, y destinada a ofrecer comunicación con el interior de la villa. Y es bien conocida la existencia de un pasadizo que une el Palacio Real con el actual Palacio del Senado, y de otro que vincula aquel palacio con la parte inferior del Campo del Moro.

Menos notoria (desconozco si el dato se ha publicado alguna vez) es la existencia del pasadizo que une la Casa de Correos (actual sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol) con el Congreso de los Diputados... Así como de otro pasadizo similar que, arrancando igualmente de la antigua Dirección General de Seguridad, se encamina hacia la Plaza de la Villa, donde se encuentra el Ayuntamiento de la ciudad.

Otros muchos misterios y sorpresas depara el subsuelo de Madrid. Tal es el caso, por ejemplo, de la iglesia subterránea situada en la calle del Arenal, bajo la parroquia de San Ginés, perteneciente a la congregación del Santo Cristo.

Una extensa cripta, construida en el siglo XVII, destinada preferentemente -como asevera José del Corral- a ejercicios penitenciales: «Tenían lugar los viernes y especialmente los de Cuaresma; allí los hermanos, mientras se rezaban oraciones comunitarias, se disciplinaban para castigar sus cuerpos en el rigor cuaresmal».

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